5 de octubre de 2025
Alicia Alonso

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Alicia Alonso, la Gran bailarina cubana, nació en la calle Pasaje número 18 casi esquina a Tercera – hoy calle 90 esquina a 37 – en Marianao. De niña, en el seno familiar, sería Unga. Si aún no la ha reconocido, sepa que no es otra que la prima ballerina assoluta del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso.

Con el profesor Nicolás Yavorski dio los primeros pasos en el ballet y, sobre el escenario de la Sociedad Pro Arte Musical, fue la Swanilda de Coppelia. La clarinada de su talento hizo que el profesor la preparara para el personaje de Odette-Odile, en El lago de los cisnes, en 1937 y un año después ya en Broadway, iniciaba Alicia a los 18 años su carrera profesional.

Intensa actividad llevó a cabo en Norteamérica y en Cuba por aquellos años de afianzamiento artístico. El 2 de noviembre de 1943, en el antiguo Metropolitan Opera House de Nueva York, bailó por vez primera, en sustitución de Alicia Markova, el ballet Giselle, con Anton Dolin de partenaire. La fecha señaló su entrada al gran mundo de la danza. Terminada la función con un éxito sorprendente hasta para los más optimistas, irrumpió en su camerino George Schaffe – coleccionista de objetos valiosos – y tomándole las zapatillas exclamó: ¡Para la historia! ¡Para la historia!

Alicia, la Gran bailarina cubana, convertida en Alonso por su matrimonio con Fernando Alonso, fue además la fundadora del inicialmente denominado Ballet Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba, cuya primera función se efectuó el 28 de octubre de 1948, en Auditorium.

En la vocación pedagógica y en la entrega de sus conocimientos para el desarrollo de nuevas figuras, radicó uno de los más importantes méritos de la artista. Con celebridad universal y dedicación personal a la enseñanza, creó algo más que una compañía de ballet: creó una Escuela Cubana de Ballet, hecho que reconocía el crítico inglés Arnold Haskell en estos términos:

«Antes de que empezara el Concurso de Varna en 1964 nos percatamos de algunos nombres cubanos, pero no pensábamos nada sobre ello. Días más tarde todo el mundo hablaba de Cuba, los nombres de sus bailarines fueron familiares a todos, no sólo como bailarines individuales, sino como representativos de una nueva escuela, la escuela cubana

Giselle, Carmen, Odette, Lady Macbeth, Lucrecia Borgia, Yocasta, Margarita, La diva  y otras muchas heroínas  representó Alicia por todo – ese todo es casi absoluto – el mundo. Inevitable pues, fue para ella la celebridad, que asumió como:

«Una gran responsabilidad, porque sin duda alguna, la admiran a una, la toman como ejemplo y eso es tener responsabilidad. La fama no es para gozarla, sino para trabajarla. Cuando se alcanza, una deja de pertenecerse a sí misma. Y cuando una siente que forma parte del pueblo, ¡qué verdad tan hermosa puede vivir!»

Laureada con altas condecoraciones de Cuba  – la Orden Félix Varela -,  de México – El Águila Azteca -; recibida por presidentes y primeros ministros; considerada por Alejo Carpentier «una de las más grandes bailarinas de todos los tiempos»; comparada por Juan Marinello con «una mariposa esquiva que defiende a toda costa la altura de su vuelo»; protagonista de «una historia que se reconstruye sin dejar de ser pura y naciente» en opinión de José Lezama Lima;  «dibujo de luz mágica» en el verso de Carilda Oliver Labra; «acróbata del sueño» cual la define Jesús Orta Ruiz, Alicia Alonso clasificó como la Gran bailarina universal.

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