21 de septiembre de 2025
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El caballero andariego de la Habana, José María López Lledín Llegó a Cuba como muchos otros emigrantes, en busca de fortuna, o por lo menos, de mejorar su situación. En su viaje lo acompañaron tres hermanos varones.

Logró contratarse en varios hoteles de la Habana como el Hotel Telégrafo, el Manhattan y el Sevilla, la exquisitez de sus modales y su vasta cultura fueron la herramienta que propició su fortuna, que a decir verdad, no lo acompañó por mucho tiempo.

El joven jovial, educado y amante de la poesía fue acusado injustamente de robar las joyas de una dama de alto rango. Fue condenado a prisión aun cuando proclamaba una y mil veces su inocencia, pero las palabras valen poco cuando no se es nadie, solo un simple sirviente, que pone en duda la honradez de una gran dama.

Estuvo en la cárcel por un período de 6 años, su mente, aturdida ante una realidad impuesta, no sostuvo su coherencia y perdió el juicio, debido a la angustia, la ira y la desesperación se saberse inocente.

En el año 1934, se abrieron las puertas de la cárcel para él, tras el fallecimiento de la gran dama, que en su lecho de muerte confesó, que ella misma había entregado las joyas a un chantajista.

Comenzó deambular en las calles, su porte distinguido y sus exquisitos modales habían perdurado a pesar de su demencia, su porte se distinguía a pesar de su barba cada día más larga, y sus ropas raídas. Así, aquel joven que solo quería una vida cualquiera, sin saber se convertía en un símbolo, que perduraría hasta nuestros días “El caballero de París”.

No pedía y ni aceptaba limosnas, solamente algo para comer, que agradecía con su verbo elegante.

Toda Cuba lo recuerda viejo, con el perfil y las manos afiladas, entre las cuales había siempre libros y papeles de periódico y alguna que otra naranja tomada de algún jardín. Se dice que deambuló por las calles durante más de 40 años, lo que le valió su popularidad y el amor de todos los cubanos.

Tras todos estos años de vagar por las calles de la Habana fue internado en el Hospital Siquiátrico de La Habana, donde murió, el 12 de Julio de 1985.

Su figura se inmortalizó en una escultura metálica en las afueras del Convento de “San Francisco de Asís” en la Habana, donde a pesar de su opacidad, resalta el brillo de su dedo meñique, contrastante con el resto de la estatua, pues   miles de cubanos y extranjeros lo han acariciado en busca de suerte, debido a la creencia popular de que tocar el dedo meñique del Caballero de París, da buena suerte al que lo hace.

Así, el joven que vino a Cuba buscando una vida común, a pesar de su propia suerte, se convirtió en mito y regala fortuna a los que a él acuden.

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