Kid Chocolate.

Un negrito del Cerro en Nueva York. Más que famoso, Kid Chocolate para los cubanos es una leyenda. Una leyenda tejida a partir de hechos verídicos que el aficionado al boxeo se deleita en repetir y enriquecer, cual si el héroe – Eligio Sardiñas lo es para los cubanos – aún se paseara por los cuadriláteros.
Del negrito del Cerro – nacido en la calle Santa Catalina, entre Lombillo y Piñera -, vendedor de periódicos en la niñez y primer pugilista cubano en ganar un campeonato del mundo profesional, es abundante el anecdotario. Tuvo el carisma de un hombre de mundo pese a ser un humilde chico de barrio que, si bien recorrió América y Europa mimado por las multitudes, nunca acopió cultura libresca – aunque él mismo, con los años, declaró cuánto placer le reportaba la lectura.
Un primer round en Nueva York
Estaba Kid Chocolate en la meca del boxeo rentado, Nueva York, y acababa de perder su invicto en discutida decisión ante el inglés Jack Berg, el 7 de agosto de 1930. Cualquiera pudiera pensar que la popularidad de Chocolate se había afectado por ese resultado, mas no era así. El cubanito, con su negrura, seguía siendo el favorito de las multitudes e irresistible imán para las taquillas.
Se cuenta que en pleno Broadway y Calle 47 un agente de tráfico lo reconoció, abandonó sus obligaciones, corrió a pedirle el autógrafo y tras él todos cuantos lo identificaron. El tránsito se detuvo, se congestionó el lugar y el ruido de las bocinas amenazó romper los tímpanos. Sólo el terrible Valentino, el vuelaocéanos Lindbergh, el rompecercas Babe Ruth, el magullador Demspey y el popular alcalde de Nueva York Jimmy Walker habían conseguido cosa igual.
Un segundo round en París
En septiembre de 1933 estaba en la Ciudad Luz, donde venciera por knock-out a Nick Bensa. Pero además, quiso visitar Montmartre y allí conoció a Carlos Gardel. El zorzal criollo en persona comunicó a los asistentes que el Kid se encontraba en el cabaret, le regaló en interpretación especial su canción Rosas de otoño y por último, luego de la función, se sentó a departir con el púgil cubano. Mucho después Chocolate recordaría:
– Quien conoció a Carlitos no podrá olvidarlo jamás. Era excepcional. Grande, muy grande, como cantante y como amigo.
Un tercer round en La Habana
El campeón ya no lo era. Derrochó el dinero en ropas y mujeres. Un compañero de barra, sin la intención de herirlo pero con poco tacto, le recriminaba no haber ahorrado para los tiempos malos.
– Quien te diga que Chocolate vive en la miseria – le replicó – dile que no, que Chocolate, con los bolsillos vacíos, sigue siendo rico… un pobre rico.
Kid Chocolate sostuvo peleas memorables que casi siempre ganó… y en ocasiones perdió. El 15 de julio de 1931, a los 21 años, ganó en Filadelfia el campeonato mundial de la división ligero junior, por knock-out. El 13 de octubre del siguiente año, en N.Y., ganó a Lew Feldman el título mundial de la división de los pesos plumas (versión del Estado de Nueva York), faja que retuvo el 9 de diciembre ante el retador Fidel La Barba, por decisión en 15 asaltos.
En juego la corona de los plumas, ganó a Seaman Watson en N.Y. en 15 asaltos, el 19 de mayo de 1933. Se retiró del boxeo a finales de 1938, por consejo de su manager y amigo Felipe Pincho Gutiérrez. Con sólo 5 pies y 4 pulgadas, reinó en el ambiente pugilístico y en la preferencia de las multitudes. Fue un ídolo a quien Nicolás Guillén dedicó el poema «Pequeña oda a un negro boxeador cubano» a raíz de su victoria sobre Al Singer, en 1929.