21 de septiembre de 2025

Que sabe usted de la historia de la Macorina?

0 111
la-macorina-cuba

macorina

Loading

Se escuchaba así el pregón. “Ponme la mano aquí, Macorina, Pon, Pon Pon…”

Son los ecos del danzón de igual nombre que se cantó en Cuba en los años veinte, en que se cuenta esta historia.

María Constanzia Carasa Valdés, nació en Guanajay en Pinar del Río en 1982. Era de origen humilde. Una guajira en toda la extensión de la palabra, que a los 15 años se escapó con su novio de entonces a La Habana, a buscar un futuro mejor.

Esta mujer de increíble belleza, estuvo viviendo con su novio por algún tiempo en un cuartucho en La Habana, hasta que a instancias de una amiga decide abandonar esa vida y adentrarse en la prostitución de alcurnia.

Se cambió el nombre por el de María Calvo Nodarse, para dar mejor impresión. Se cortó el cabello y se peló al estilo garzón muy atrevido y usado por algunas mujeres de la época.

Se cuenta que un joven la atropelló con su carro y le hizo daño en la cadera. De ahí que quedó con una ligera cojera por toda su vida. En recompensa a este accidente el joven le regaló un lujoso automóvil descapotable. Ni corta ni perezosa María aprendió a conducir y sacó su licencia, primera que se otorgaba a una mujer en 1917.

Escandalizaba a parte de la sociedad, pues vestía pantalones, bufanda al cuello y su pelado garzón, fumando largos pitillos conducía como un bólido por las calles de la Habana, montada en su descapotable rojo. Es una curiosidad importante para la época que vivió.

Se dice que el nombre de Macorina, se debió al grito de un joven ebrio cuando ella paseaba por la Acera del Louvre que la confundió con una popular cupletista “Fournarina” que en aquellos tiempos tenía cautivado al público habanero.

Se cuenta que tuvo muchos amantes, entre ellos el expresidente José Miguel Gómez, fue adquiriendo nuevos carros y casas lujosas, con su espectacular belleza y personalidad. Llegó a tener cuatro casas en La Habana, una en Calzada y B, otra en Línea y B, Habana y Compostela y San Miguel entre Belascoaín y Gervasio.

Viajó a los Estados Unidos, llegó a tener una colección de joyas y caballos.

Como todo lo que empieza, llega a su fin, La Macorina a los 43 años de edad comenzó a decaer. Sus clientes comenzaron a mermar, y tuvo que ir vendiendo sus joyas y propiedades, acabando en la miseria en un cuartucho de la Habana.

Murió en La Habana en 1977. No obstante su nombre perdura y los conocen su historia y el pueblo de Cuba en general, susurran al compás de: “Ponme la mano aquí, Macorina, Pon, Pon Pon…”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subscribete a nuestro boletín

[mc4wp_form id="206"]
WhatsApp