5 de octubre de 2025
Rita Longa escultora cubana

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Rita Longa. Cuando el arte sale a su encuentro. La impresionante presencia del Aula Magna de la Universidad de La Habana debió sobrecoger, siquiera un poco, la natural modestia de la homenajeada. «Ni en mis más locas fantasías imaginé nunca que me otorgarían el Honoris Causa; era algo lejano, inaccesible. Pero a la vez grato, me ha hecho recordar, empinar la vista atrás.»

Con emoción narró Rita Longa los momentos de su investidura con el grado de Doctor Honoris Causa en Arte, el 14 de febrero de 1997, en acto presidido por el rector y los ministros de Cultura y Educación Superior.

Imágenes y recuerdos seguramente acudieron a su memoria: los estudios en la Escuela de San Alejandro, a finales de la década del 20; las primeras exposiciones en el Lyceum del Vedado; los premios del Primer y Segundo Salón de Pintura y Escultura, en 1935 y 1938, respectivamente, del Salón de Bellas Artes, del Congreso Panamericano de Arquitectos, del Primer Salón de Primavera, del Gold Medal Exhibition en Nueva York…

Porque Rita fue un suceso en la escultura cubana desde que dio sus pasos iniciales con el profesor Juan José Sicre, quien influyó positivamente en la formación artística de su discípula.

Pero si el nombre de Rita Longa es hoy sinónimo de la escultura en Cuba no es por los premios y las medallas, ni por las exposiciones en que su obra pudo ser evaluada. Rita Longa es quien es por la diseminación de sus piezas a todo lo largo del país, fenómeno que ella explica a partir de una anécdota:

«En aquella muestra – alude al Salón de Pintura y Escultura de 1938 – el arquitecto Bens Arrarte me hizo esta pregunta: ¿Dónde viven sus esculturas?  Algo que me dejó pensando. Desde aquel momento me propuse buscarle un sitio a ellas.»

Más de seis décadas de trabajo reconocido avalan un quehacer de innumerables producciones. En La Habana, el transeúnte  distraído y el caminante observador, ambos por igual, pueden encontrarse con Rita en cualquiera de estos lugares: la Fuente de los Mártires, que data de 1947 y fue la primera de sus obras emplazadas públicamente; el conjunto de Las Musas, dentro del teatro Payret;  el Grupo Familiar (Los Venados) que da la bienvenida a la entrada del Parque Zoológico de Avenida 26; la Virgen del Camino, en el barrio de Luyanó; la Bailarina de Tropicana, símbolo de ese centro nocturno; la mariposa de Ciudad Libertad… y casi por estos días en La Clepsidra (reloj de agua) del vestíbulo del Hotel Habana Libre Tryp, que significó la primera incursión de la artista con el vidrio y que ella define como «un espectáculo con agua, luz y música».

Por el interior del país encontrará la huella de Rita en la Aldea Taína del Centro Turístico Guamá; en el conjunto de la Fuente de las Antillas, en Las Tunas; en el conjunto del Bosque de los Héroes, en Santiago, en el Monumento a la Solidaridad, en Bentré, Bauta, en el busto de José Martí emplazado en el Parque de Viñales…

El barro, la madera, el mármol, el vidrio – los materiales indóciles para usted y para mí – revelan su nobleza tras las formas que la escultora logra extraerles con trabajo de orfebre y pasión de enamorada.

Mas no pregunte a Rita cuál es su pieza preferida, pues hallará la respuesta en aquella que entonces la ocupe. Sin proponérselo, cual sucede con los creadores genuinos, Rita Longa ha hecho escuela y devenido ejemplo. Sus esculturas la han convertido en una mujer famosa por cuyas manos todo cuanto pasa se transforma en arte. De ahí el título de este post, Rita Longa. Cuando el arte sale a su encuentro.

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